viernes, 28 de marzo de 2008

RBA y la lógica

Hace dos sábados me encontré en mi mesa una carta del Grupo RBA cuando llegué a casa. Pensé que se trataba de otra promoción, de modo que me dispuse a abrirla, ojearla, y después seguramente tirarla a reciclar. Pero no lo era. Era una carta dirigida a mí (como supongo que a otros tantos centenares de personas), de sólo texto, y al parecer informativa. Me dispuse a leer.


Febrero 2008

Desde GRUPO RBA queremos agradecerle que, en su día, confiara en nosotros y nos facilitara sus datos personales para que pudiéramos mantenerle informado acerca de nuestros productos y hacerle partícipe de nuestras nuevas ofertas y promociones.

Para nosotros es muy importante mantenernos fieles a nuestro compromiso de confidencialidad y protección de los datos de nuestros suscriptores. Por eso nos gustaría confirmar que sus datos estén actualizados para que éstos respondan a su situación actual y podamos mantener contacto con usted.


Justo en este punto me detuve con el primer pensamiento que llegó a mi mente: "¿Y cómo recibe esta carta la gente cuyos datos estén efectivamente desactualizados? Si la dirección es errónea…"
Pero bueno, tal vez se tratase sólo de darles la confirmación de que sí, sigo viviendo aquí. Decidí continuar leyendo:


En este sentido, aprovechamos para informarle que los datos personales que usted haya facilitado al GRUPO RBA (consultar www.rba.es) se han incorporado a un fichero, con la finalidad de prestarle satisfactoriamente nuestros servicios y hacerle llegar información de los productos, ofertas, promociones y/o novedades de nuestras sociedades que pueda ser de su interés por cualquier vía, incluido el correo electrónico y/o medio equivalente. Entendemos que, al haber facilitado sus datos, usted consiente su tratamiento por parte de las compañías que conforman el GRUPO RBA.


Hmmm… sí, recuerdo que cuando me suscribí, aquella casilla que marqué sólo indicaba que no quería que mandasen promociones cada dos por tres, pero sí, se quedaban con mis datos. No es totalmente satisfactorio, pero era de esperar.

Sin embargo, lo verdaderamente interesante venía a continuación:


Si en el plazo de treinta días no nos hubiera comunicado lo contrario enviándonos un email a atencion-cliente@rba.es, entenderemos que los datos facilitados son correctos y que consiente el tratamiento de éstos conforme a las finalidades indicadas anteriormente.

En todo caso, le recordamos que en cualquier momento podrá ejercitar los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición al tratamiento de sus datos por escrito, junto con una fotocopia de su DNI, a RBA Ref. Datos, c/Pérez Galdós nº 36, 08012 Barcelona.

Le agradecemos nuevamente la confianza depositada en nuestra compañía y aprovechamos para enviarle un cordial saludo.


No pude evitar reírme en voz alta al ver esto. Veamos, pongámonos en la situación de que, como a mí, alguien que se suscribió a alguna colección recibe la carta. En ese caso (a no ser que esa persona quiera negarse a que sigan en posesión de sus datos), no habrá de mandarles ningún mensaje, ya que la dirección es correcta. Pero ahora vamos al caso contrario: una persona ha cambiado de dirección, y por lo tanto no recibe esta carta. Los datos son erróneos. Sin embargo, ¡al no recibir la carta no tendrá idea de que ha de mandar un mensaje a RBA para avisarles! De esta forma, la compañía, al no recibir nada, automáticamente da esta dirección errónea como correcta.

Resumiendo, si nadie quiere negarse a que dispongan de sus datos, Grupo RBA no recibirá ningún mensaje como respuesta, y contará automáticamente todos sus datos iniciales como correctos, lo sean o no, haciendo del envío de estas cartas algo de bastante poca utilidad. Yo les agradezco desde aquí el cordial saludo, pero poco más puedo hacer. Tal vez proponer que la próxima vez lo hagan al contrario, es decir, que la gente a la que sí le haya llegado la carta a su dirección confirme que sus datos son correctos si quieren que la empresa los conserve, y automáticamente eliminar aquellos de los que no hayan recibido respuesta. Como supongo que lo que les interesa es quedarse con los datos de los clientes, puede que con esta forma además ampliasen el plazo.

Y hablando del plazo… Otra cosa que llama la atención es que especifican un límite de treinta días, pero en ninguna parte se indica a partir de cuándo. Todo lo que se sabe es ese "Febrero 2008" que aparece al principio del mensaje. Cuando yo vi la carta, volvía de estar unas semanas fuera de casa, y en ninguna parte se indicaba la fecha de envío, aunque la he buscado por todas partes. No está ni siquiera en el sobre. De forma que no puedo saber cuándo llegó, ni por tanto hasta cuándo puedo responder. Dependiendo de la fecha del aviso, habría tenido o bien hasta justo el día en que vi la carta, o hasta que acabase este mes. Es curioso que te den treinta días con tanta precisión, cuando la posible variación de fechas es de ese mismo orden.

A todo esto, he probado a entrar en la web que indican para consultar, y no ha habido manera de poder consultar los datos personales facilitados.

En fin, qué se le va a hacer. Cuando ya había acabado con la carta, mi padre me preguntó si quería que la tirase. Iba a responder afirmativamente, pero en ese momento cambié de opinión. Le dije que no.

Esta historia daba para una entrada de blog… ;)


viernes, 14 de marzo de 2008

Consideraciones sobre la magia

Hace casi un año tuve una discusión con una compañera, a raíz de la aparición de un mago mentalista en un programa de televisión. El mago realizó varios trucos, y cuando acabó el tercero, exclamé: "Vale, creo que sé cómo se podría hacer perfectamente ese último." Las personas con las que lo estaba viendo me miraron con caras distintas, y procedí a explicar lo que se me había ocurrido.

El vídeo de la actuación lo podéis ver aquí.
O si no funciona, probad directamente a descargar este enlace.


El truco consistía fundamentalmente en lo siguiente: el mago mostraba una cuchilla de afeitar (de las de antes, básicamente una plaquita de metal afilada por dos lados y con agujeros en medio), y afirma que la manipulará mentalmente tras habérsela tragado. Para ello, la mete en un vasito, lo llena de una bebida con gas afirmando que las burbujas que se forman en el borde afilado le protegerán, y se lo bebe. A continuación, con la teatralidad de rigor, hace como si la volviese a dirigir a su garganta frotando el cuerpo con los dedos, y una vez que supuestamente estaba allí, con un cordel hacía como si se atravesara medio cuello, y tiraba hacia delante sacando la cuchilla "enhebrada" en el cordel.

Pues bien, lo más seguro es que el truco estuviera simplemente en no tragarse la cuchilla. Con las dotes de prestidigitación que como mago tendrá, basta aprovechar una distracción del público para retirar la cuchilla del vaso en un sutil movimiento. No sé exactamente cuándo lo hace, puesto que el vasito pasa varias veces de mano en mano fuera de encuadre y durante bastante tiempo, pero desde que coge el cordel, podéis ver que la mano izquierda permanece cerrada hasta que acaba el truco ;) . Luego vendría introducir la cuchilla en el cordel mismo, lo cual podría hacerse perfectamente o bien cuando lo coge de la mesa de atrás, o bien cuando lo manipula antes de cortarlo, etc.
Y ahora viene la parte importante. Cuando se atraviesa el cuello. En ella podéis ver que cuando lo intenta sacar, parece como si incluso se despellejase ligeramente la piel. Sin embargo a mí me pareció otra cosa, como si ese efecto ya lo hubiera visto antes. En efecto, era lo mismo que ocurría en párvulos y en primaria cuando se te quedaba pegamento en los dedos. De modo que era simplemente eso, pegamento en el cuello o en el cordel. El pegamento mantenía el cordel en un pliegue de la piel, que quedaba pegado y dejaba de notarse. Además, se puede ver cómo el mago chupa el hilo antes de hacer la parte final del truco, lo que podría significar que este pegamento funcionaba al ser humedecido, igual que el de los sellos y los sobres.


Pero lo que quería recalcar es la conversación que hubo a continuación. En ella, la compañera mencionada antes me preguntó si no sería mejor mantener la ilusión que puede tener un niño ante estas cosas, pensar que realmente era magia, y que el mago tiene de verdad ese poder. Me quedé pensando. El viejo dilema de si averiguar cuál es el truco le quita toda la gracia al número. Pero me centré en el problema. Un niño. ¿Qué sentiría un niño ante esto? En mi opinión, una de las actitudes que puede caracterizar a un niño pequeño sería la curiosidad, el querer saber cómo y por qué ocurren las cosas de su alrededor. Muchos hemos visto o experimentado esa interminable cadena de porqués (yo era bastante insistente :D) cuando quieren que se les expliquen las cosas. Aún están descubriendo el mundo, y hay muchísimo por aprender. Tal vez sea ésta la razón de que los niños pequeños crean en los poderes mágicos. Si cuando ven un truco que desafía su intuición, la explicación que reciben es que se trata de "magia", sin que tengan aún otras referencias, tratarán de asumirlo como tal. Después de todo, la otra persona sabe más que ellos. Puede que la desilusión de saber que es simplemente un truco con una explicación en absoluto sobrenatural provenga de haberse sentido "engañado", de sentir que algo en lo que uno creía se derrumba.

Sin embargo quedaba otro asunto pendiente. Tengo casi veinte años, y ya tengo una idea muchísimo más completa de cómo funciona el mundo (que a uno le guste la física ayuda bastante ;) ). Ya he perdido parte de la inocencia de cuando era un niño ante un mundo nuevo para él, y sin embargo no es que me guste la magia, es que me encanta, aún sabiendo que todo es un truco, que me están engañando delante de mis narices. ¿Cómo puede ser entonces?

Quizás la causa sea eso mismo, el pensar "sé que estoy siendo engañado, esto que me acaba de dejar perplejo tiene su explicación, pero ¿cuál es?", es decir: "¿Cómo lo hacen?" La curiosidad hacia los sucesos de alrededor que uno tiene de niño vuelve a aflorar, el ansia de saber se dispara de nuevo. He visto cientos de trucos de magia para los que no he encontrado explicación aún. Sin embargo, resulta reconfortante pensar en que seguramente la hay, que tras ese hecho que nos deja descolocados hay un fundamento. Y lo que es más, pensar que el impresionante resultado ha sido fruto del ingenio humano, respetando las limitaciones físicas existentes, y a la vez haciendo uso de ellas para provocar más asombro aún al público que contempla maravillado. Eso es, me parece, lo que hace que admire tanto a estas personas. Su capacidad para "jugar con la realidad" y provocar resultados inesperados, que sin embargo no se alejan en absoluto de los límites impuestos por ella.


Así pues, el darme cuenta de que todo es un truco en ningún modo merma mi disfrute del mismo. Es la habilidad del mago para esconder el proceso que lo causa todo lo que hace que la magia me resulte tan sorprendente e interesante. Es más, creo que escribir esta entrada me hace darme cuenta de las razones por las que me gusta dedicarme a la ciencia. A fin de cuentas, el trabajo de un científico es averiguar qué es lo que hay oculto tras todo lo que vemos, desentrañar cuáles son los trucos que se esconden tras ese gran número de magia que nos ofrece nuestro Universo. Ésta es en realidad la meta final, y tratar de acercarse a ella es algo que me encanta.

Además, disfruto enormemente del espectáculo. ¿Qué mas se puede pedir? ;)