lunes, 8 de junio de 2009

Exámenes

Viernes. Habían pasado dos días desde la última hora de clases. Dos días sin salir de casa que no obstante habían sido prácticamente desaprovechados, provocando la acumulación de la materia de estudio para tan pronto como el siguiente lunes, ya a la vuelta de la esquina. Los ánimos en descenso tampoco acompañaban, y la situación comenzaba a ser desesperante. Así que tuve que tomar una decisión. Trataría de aprovechar como fuera lo poco que quedaba de tarde yendo a la biblioteca, aunque fuera un par de horas. De todas formas, tenía que sacar unos libros antes de las 20:30, y tendría que volver para la cena. De modo que cogí mochila, reproductor de música y ordenador, en el que tenía buena parte del material de estudio, y me dispuse a salir del edificio.


Lo que me recibió nada más atravesar la puerta fue algo inesperado. Un viento caliente, seco, soplaba por toda la calle. Al parecer llevaba así varios días. Esperaba que en la biblioteca el ambiente fuera más agradable. Seguí escuchando mi música mientras me encaminaba calle abajo, aunque a veces el viento golpeando contra los auriculares en mis oídos creaba un ruido que lo hacía difícil. Seguramente sería de noche cuando volviese, pero empezaba a preguntarme si la chaqueta que llevaba atada a la cintura me resultaría realmente útil con este calor. El tiempo que hacía esa tarde era algo extraño. Pese al calor y a que el sol estaba en lo alto, muchos edificios estaban en penumbra debido a las pequeñas nubes repartidas por el cielo. Los tonos predominantes eran amarillentos, lo que añadía otro tinte cálido al entorno.


Caminé entre los árboles de un paseo a lo largo del camino mientras veía cómo algunas de sus flores seguían cayendo, acumulándose en zonas amplias de la acera, pero siendo prudente, las esquivé. Sin embargo, no pude evitar que se me escapase un estornudo. Sabía que aún debería llevar cuidado ante las acumulaciones de polen aunque no lo pareciera. Toda la primavera igual. Tras subirle ligeramente el volumen al reproductor, seguí el camino hacia la biblioteca. La diferencia entre la parte del camino en que estaba ahora, en sombra y resguardada del viento, era notable comparada con la anterior, pero no duraría mucho, ya que el Sol volvería a alcanzarme a los pocos metros.


Unos minutos más tarde llegué a los alrededores del edificio. Cómo se notaba en qué época estábamos. Gran cantidad de personas se reunían a su alrededor, seguramente en algún descanso entre apuntes y más apuntes. Viendo que no había nadie que conociera, me dirigí al interior, subí las escaleras y me dispuse a buscar sitio por las salas. No hizo falta mucho. Había varios huecos nada más entrar a la sala de Física, de modo que dejé mis cosas en uno de ellos, miré alrededor por si viese a alguien de clase, y fui a las estanterías de los libros. Revisé los estantes de Electromagnetismo para comprobar que efectivamente no quedaba ninguno de los que usábamos, cogí uno de Óptica y otro de Geometría Diferencial que necesitaría más tarde y me dirigí al mostrador para poder llevármelos a casa. Una vez hecho volví a mi sitio y saqué mi ordenador. En la ausencia de libros de Electromagnetismo es donde éste entraba en juego. Resultaba irónico estar en medio de la biblioteca y tener que usar una versión en PDF del mismo para poder estudiar, pero en fin, nunca había suficientes para todos.


Me puse a leer tratando de organizar esa cantidad de ecuaciones en mi cabeza e ir atando cabos y relaciones entre unas y otras, debido a que las explicaciones en clase habían fallado bastante en este objetivo durante gran parte del curso. El ritmo de estudio estaba siendo mucho mejor que en casa, desde luego. Seguí páginas y páginas entendiendo mejor el contenido, aunque ni siquiera estaba seguro de si me daría tiempo a verlo todo antes del examen. Daba igual. Por una vez parecía que estaba animado para el tema. Me encontré con algunos compañeros que resultaba que sí que estaban allí, y charlamos un poco antes de continuar. Una de esas personas me dejó el libro en papel cuando terminó con él, lo cual agradecí. Pasó el tiempo, y se fue haciendo hora de irse, pero veía que me quedaba poco para terminar otro de los temas. Tenía que aprovechar al máximo ese momento, ya que estaba yendo mucho más rápido de lo que imaginaba.


Por fin, cuando lo terminé, eran sobre las 10 de la noche. A esas alturas ya mucha gente había abandonado el edificio, y llegaba el turno de que yo lo hiciera también. Además el ordenador no duraría mucho más sin un cable de corriente, así que recogí y salí de allí. La chaqueta volvió a mi cintura, ya que como esperaba, el calor seguía persistiendo. Caminando ya al aire libre dirigí la vista al cielo por si se viera alguna estrella, y cuál fue mi sorpresa al ver que estaba completamente despejado. Al seguir caminando y mirar hacia atrás pude ver también la luna casi llena hacia el Este, como único objeto que perturbara el liso gradiente azulado de la bóveda celeste. Al parecer iba a hacer una noche perfecta para la observación astronómica. Justo en ese momento, justo cuando no tenía ni instrumentos ni tiempo que dedicarle a esa actividad. Meneé la cabeza y seguí caminando a casa. Todos los cuatrimestres pasaba lo mismo. Nos encontrábamos en la época en la que más de mil cosas que uno quería hacer acudían a la cabeza y las ganas debían ser reprimidas. En el tiempo en que la desesperación y la necesidad de evadirse chocaban contra la dura realidad. Porque cualquier cosa que no fuera estudiar en esos momentos era algo bastante desaconsejable.



Porque, a nuestro pesar, los exámenes habían llegado.