jueves, 2 de junio de 2011

Física y metafísica, alma y cerebro

Más de una vez me he encontrado en una conversación con personas que piensan que para explicar la consciencia y la mente humanas es necesario recurrir a algo "más allá de lo físico", algo que trasciende todos los experimentos e investigaciones realizadas sobre la mente desde que ésta se estudia de forma científica. Pese a mis intentos de ofrecer explicaciones, insisten en que algo así no puede medirse, y que ellos han visto, sentido, u oído por parte de personas sinceras, cosas que la ciencia no puede explicar. Dejando evidencias anecdóticas aparte, cabe preguntarse si la existencia de una mente metafísica como ente separado del cuerpo, o lo que muchas religiones llaman alma o espíritu, es algo que puede existir realmente.

Podría decirse que lo que hacemos con la mente es pensar y tomar decisiones, entre otras cosas. Con ella podemos decidir mover un brazo o una pierna, por ejemplo. O puede que echar a correr, o resolver una ecuación con lápiz y papel, o incluso escribir una entrada de blog. Todas las acciones que he mencionado se verían impedidas si los nervios que conectan el cerebro con las extremidades resultan dañados, como atestiguan todos aquellos que sufren una lesión medular. Esto indica que esta supuesta mente incorpórea no puede dirigir las acciones del cuerpo directamente, sino que el control lo ejercería a nivel del encéfalo. El alma, a su vez, suele considerarse como algo más emocional y menos lógico que lo que se conoce en general como la llamada "mente", pero las emociones humanas también pueden provocar, por ejemplo, que el corazón lata más rápido, que la cara se sonroje, o incluso que algunas lágrimas escapen de nuestros ojos. En ambos casos nos encontramos con un ente que desencadena respuestas observables en el cuerpo al que está asociado. ¿Y cómo podría algo metafísico provocar respuestas físicas? Necesitamos algún tipo de interacción. Esta mente o alma tiene que interactuar de alguna manera con nuestro sistema nervioso para poder provocar un efecto en él.

Pero esto es, precisamente, en lo que consiste una medición. En Física, para medir el objeto de estudio éste tiene que interaccionar de alguna forma con el aparato de medida, sea éste la cámara de un telescopio, una antena de radio, un termómetro, un gravímetro, uno de los muchos detectores que hay en un colisionador de partículas, o incluso las retinas de nuestros ojos o las neuronas de nuestros dedos. Sin una interacción física, ninguna información que pueda generar el alma o mente puede transmitirse al cuerpo: ningún mensaje de algún dios o espíritu, ninguna premonición del futuro, ni siquiera un simple pensamiento. Por tanto, si algún suceso de este tipo puede darse, la imposibilidad absoluta de ser medido no puede ser una característica del ente que lo produce. Y esto implica a su vez que, dado que debe sufrir necesariamente una interacción física, este ente es algo también físico y no perteneciente a otro tipo de "realidad". Dado que un ente que no pertenece al mundo físico no puede causar absolutamente ninguna alteración en él, podría considerarse que algo así a todos los efectos no existe.

Ahora bien, ¿podría una entidad del tipo mente o alma existir en realidad? Hay que decir que hasta la fecha no se ha realizado ninguna medición o experimento que apunte a su existencia (no, las "fotografías del aura" que fueron populares hace años no cuentan ya que su carácter fraudulento está demostrado). ¿Pero podría ser que nuestra tecnología no fuera lo suficientemente avanzada como para detectarla? No sería la primera vez. Por poner unos ejemplos, la partícula subatómica denominada neutrino no pudo detectarse hasta 26 años después de que se postulara su existencia en 1930, y algo parecido ocurre con otras partículas ya confirmadas (como el quark top) o incluso las que hoy en día se buscan en experimentos como el LHC para confirmar o descartar modelos teóricos. Sin embargo hay razones importantes por las que estas partículas fueron difíciles de detectar. En el caso del neutrino, nos encontramos con que interacciona tan débilmente con la materia que si apuntásemos un haz de ellos a una pared de plomo, ésta debería tener un espesor que supera el año luz para ser capaz de detener únicamente la mitad de los que la atravesaron. Otras partículas, como el quark top, son tan pesadas que sólo se crean en procesos tan energéticos que tendrían efectos… adversos de producirse rutinariamente en nuestro cuerpo. De modo que si existe alguna partícula energética que transporta la información desde la mente o el alma hasta nuestro cerebro (y viceversa), debe interaccionar lo suficiente con la materia como para provocar efectos en este órgano, y debería poder ser producida a energías mucho más bajas que el límite máximo de nuestros aceleradores. Algo así en principio ya debería haber sido detectado hace tiempo. Y si la interacción entre alma/mente y cerebro es de un tipo completamente nuevo y desconocido para la ciencia, las ecuaciones que describen toda la física de partículas deberían ser alteradas de tal modo que se contradiría todo lo que sabemos de la materia hasta ahora, como bien explica Sean Carroll en esta detallada entrada. Dado que estas ecuaciones describen con precisión todo lo que ocurre a escalas cotidianas, no parece una opción viable.

Pero queda un resquicio. Tal vez el alma/mente no puede medirse con detectores corrientes porque interacciona específicamente con las neuronas del encéfalo. Que sólo afecte a éstas explicaría la imposibilidad de medición mencionada anteriormente, pero aquí surgen algunos detalles interesantes. En efecto, si existe un alma o mente separada del cuerpo, parece que su relación con las neuronas es increíblemente íntima. Décadas de investigaciones sobre lesiones del cerebro han mostrado cómo dependiendo de la región del mismo en la que tengan lugar, las capacidades cognitivas e incluso la personalidad pueden verse alteradas drásticamente. Si todas o al menos parte de estas características pertenecen al alma o la mente, parece ser que ésta se ve modificada de acuerdo a los cambios en la estructura cerebral. Incluso la introducción de hormonas, fármacos o drogas pueden afectar a sus capacidades o los sentimientos que expresa en cada momento. Es como si esta mente o alma fuera un fiel reflejo de la actividad neuronal y cómo ésta se ve afectada por agentes externos o internos. Y si esto es así, ¿no habría que considerar que el alma o la mente no fueran más que el resultado de la acción coordinada de millones de neuronas en un órgano extremadamente complejo mediante procesos puramente biológicos, en vez de invocar a una entidad sobrenatural como explicación? A la vista de los inconvenientes expuestos a lo largo de este texto, parece la opción más razonable.

A lo largo de mi vida, he ido intentando cada vez más que mis creencias tuvieran una base lo más fundamentada posible. Cuestionar lo que uno piensa, y poder explicar por qué lo piensa, son herramientas imprescindibles para poder eliminar sesgos a la hora de realizar interpretaciones y tomar decisiones que pueden tener gran relevancia en el camino que uno escoja seguir en su propia vida, por lo que trato de aplicarlas en la medida de lo posible. Lo que puede leerse aquí son los argumentos por los que no creo en la existencia de una mente o alma como un ente sobrenatural separado del cuerpo al que normalmente está asociado. Por supuesto, son susceptibles de cambiar ante evidencias de su incorrección si éstas son razonables. Y dado que una enorme cantidad de gente tiene una opinión sobre este tema contraria a la mía, creo que puede resultar útil dejarlos plasmados aquí. Las críticas son bienvenidas.