sábado, 11 de septiembre de 2010

Marte

Éste es un relato que escribí para la asignatura de valenciano cuando estaba yo en 3º de E.S.O. el 19 de diciembre de 2002, y dado que hasta dentro de unos días no podré volver a un ritmo aceptable de publicación, he pensado que podría compartirlo con vosotros. A finales del curso presenté el relato al concurso literario del instituto y fue el ganador, aunque no proclamaré esto muy orgulloso porque según me contaron, en la categoría de relato en valenciano "sólo se presentaron dos personas y el otro estaba muy mal". En fin xD

Se me hace curioso ver cómo se me ocurrió que podría ser una misión a Marte en aquella época, aunque la configuración que usé no se ajustaba a ninguna de las que creía que la NASA estaba considerando. La fecha en la que tiene lugar la historia parece irrealmente optimista en estos momentos, pero hace apenas siete años no lo era, en absoluto. Cómo cambian las cosas.

El relato lo traduje al castellano en 2005, y lleva desde que lo escribí rondándome la idea en la cabeza de ampliarlo y convertirlo en algo mucho más largo, quizás una novela, pero creo que para llegar al nivel de detalle que me hubiera gustado en un principio necesito muchos más conocimientos de geología planetaria. Estos planes, de darse en algún momento, estarían tan lejanos en el futuro que lo mejor va a ser publicar como detalle nostálgico el relato en su forma original.

Disfrutad.

*   *   *



Año 2028. Base marciana Gamma, al norte de Sinai Planum, Marte.

La vista sólo abarca un paisaje desértico de color marrón rojizo, con rocas del mismo color, al igual que el cielo. En este paisaje hay una serie de estructuras de color blanco, entre las cuales se encuentra un invernadero, una fábrica de combustible, un depósito de muestras, etc. Hay dos vehículos de exploración presurizados acoplados a una de las estructuras, de forma cilíndrica y más grande que las otras: el módulo habitable principal. En la cámara de investigación de este habitáculo hay dos hombres, de entre veinte y treinta y cinco años de edad, estudiando las rocas recogidas el día anterior a tres kilómetros de la base. De repente entró el tercer habitante de éste, la función principal del cual era encargarse de las comunicaciones.

– ¡Bob! ¡John! Escuchad esto. Los miembros de la base Delta tienen problemas.

Justo después, pulsó el botón que emitía las transmisiones por megafonía, y se escuchó la voz de una mujer por todos los altavoces:
– Aquí Jeena Harping, de la base de exploración marciana Delta: necesito ayuda. En una misión rutinaria de recogida subterránea de rocas, a dos kilómetros al oeste de la base, ha cedido el suelo al perforarlo y tanto Max como yo hemos caído a una especie de cueva con agua líquida en su interior; repito, una cueva con agua líquida en su interior. No obstante, ésta se ha ido congelando a causa del contacto con el aire del exterior, y estoy atrapada por el hielo. Max está inconsciente, y los vehículos robotizados no pueden llegar hasta aquí. Solicito ayuda urgentemente. Mi reserva de oxígeno no durará más de cuatro horas. Base Delta, responda. Aquí Jeena Harping, necesito ayuda. Max y yo hemos caído…

Bob y John se quedaron asombrados al escuchar esta transmisión.
– ¿Agua líquida? ¡Es imposible! ¡Debe ser una broma, Mike!
– No lo sé, Bob, de esta transmisión me ha advertido James, el técnico de comunicaciones de la base Delta. Ninguno de nosotros hemos podido ponernos en contacto con ella. Su receptor de radio de larga distancia se debe de haber averiado. Sin embargo su baliza de localización aún funciona, y tenemos las coordenadas de su posición. James me ha informado de que el rover que aún se encuentra en su base se está recargando, de manera que le es imposible ir él a rescatar a Jeena y a Max. Hemos de ir nosotros. Jeena i Max se encuentran a treinta y dos kilómetros de distancia.
– De acuerdo. Bob y yo iremos allí y tú informarás a la Tierra y mantendrás la comunicación con la base Delta. El rover número dos tiene las baterías al máximo. No lo hemos usado desde hace dos días. Tenemos que partir de seguida.
– Pues bien. Id.
John y Bob se pusieron los trajes presurizados y entraron en el vehículo a través del conducto que lo comunicaba con el módulo habitable.

Poco después, el rover número dos de la base Gamma se desacoplaba del edificio y emprendía el camino hacia el oeste. Cuando se encontraban a unos seiscientos metros del lugar del accidente, decidieron probar si el receptor de radio de corta distancia de Jeena aún funcionaba o también se había estropeado.
– Jeena Harping, aquí Bob Johnson y John Westell, de la base Gamma. nos dirigimos hacia donde te encuentras. ¿Continúas atrapada?
– Afirmativo, Bob, pero me gusta saber que alguien ha escuchado la transmisión. ¿Por qué no contestabais?
– Lo intentamos, pero tu receptor de larga distancia se debe haber averiado. ¿Cuál es tu estado?
– Continúo atrapada, pero bien. Está congelada la parte superior del agua, pero el resto continúa líquida. Aun así, no puedo liberarme de cintura hacia bajo golpeando el hielo o haciendo movimientos bruscos porque el traje podría desgarrarse. No tengo herramientas o piedras a mano. Venid pronto. No os creeréis todo lo que estoy viendo.
– De acuerdo. Intentaremos estar allí lo antes posible.

Poco después, el rover llegaba a un lugar donde, cerca de otro rover, había un agujero bien grande en el suelo. Después de ponerse el casco y los guantes de los trajes presurizados, Bob y John bajaron del vehículo. Al asomarse vieron una cueva, la parte inferior de la cual estaba cubierta por hielo. En el hielo se encontraba Jeena. Fuera de éste, sobre unas rocas, estaba Max, inconsciente. Jeena miró hacia arriba y los vio.
– ¡John! ¡Bob! ¡Por fin! Escuchad: sacad primero de aquí a Max, no sé si tiene heridas graves, o si se le ha roto el traje. Además, es más fácil: no está atrapado.
John bajó con el extremo de la cuerda de remolque del rover y algunas correas de sujeción. Una vez asegurado Max en la cuerda, Bob lo subió arriba. Después, John cogió una especie de martillo de su cinturón, rompió el hielo que atrapaba a Jeena y la ayudó a salir del agua. Los pantalones de su traje tenían unas extrañas manchas verdes. Entonces John vio eso tan increíble a que se refería Jeena: unos largos filamentos verdes salían de las paredes de las rocas cubiertas por el agua, y unos diminutos puntos verdes se desplazaban de unos lugares a otros. John no creía lo que veían sus ojos. ¿Podían ser formas de vida? Sin estar seguro, cogió algunas muestras. Después, él y Jeena subieron arriba. Más tarde, los dos rovers estaban acoplados a la base de exploración marciana Delta.

Ahora ya habían pasado unos días desde aquel incidente, y Jeena y Bob se encontraban en la sala médica del módulo habitable de la base.
– ¡Vida en Marte! ¿Te das cuenta de lo que significa eso? ¡Si se demuestra que eso eran seres vivos, se trataría del mayor descubrimiento en la historia de la humanidad!
– No sólo eso. El descubrimiento de aquella cueva podría explicar dónde ha ido todo el agua que había en Marte hace millones de años. Podría estar repartida por la superficie en cuevas como aquélla.
En eso, John entró en la sala acompañado de James.
– ¿Cómo está Max?
– Sigue inconsciente, pero sus heridas están mejorando.
– Oh, eso ya es bueno. Acabamos de transmitir a la Tierra los resultados de mis investigaciones y las imágenes que tomamos de la cueva y los seres que encontramos. Según mis conclusiones, aquéllos eran seres vivos. Los que pudimos ver eran una especie de alga y un invertebrado de medio milímetro de longitud, pero, además, en el agua había cientos de microorganismos de diversos tipos. Todo eso en sólo una parte pequeña de la cueva, de las cuales también podría haber muchas.

Días después, la Tierra envió un mensaje a la base marciana: a partir de las imágenes y los análisis químicos suministrados, los científicos terrestres habían llegado a las mismas conclusiones que John.
Ese día Max despertó, y al ser puesto al día por los otros, no podía creerlo. Pero cuando John le enseñó las muestras de aquellos seres, se entusiasmó tanto, que dio al grupo los ánimos que la confusión de aquellos días les había quitado. Durante semanas exploraron aquella cueva, y descubrieron otros seres nuevos.

Cuando, año y medio después, llegaron a la Tierra, recibieron otra sorpresa: ese año, concedieron a John, Bob, Jeena y Max el Premio Nobel.


Aquellas cuatro personas habían hecho el descubrimiento más maravilloso que podía haber hecho un ser humano. Habían encontrado vida en un planeta que no era la Tierra. Un planeta que nunca volvería a ser mirado de la misma manera: este planeta era Marte.